Hoy tenemos el placer de hablar con Rocío Morán, profesora de Lengua Castellana, Literatura y Latín en el Colegio Alkor. Nos contará un poco sobre su vida y su carrera; además nos desvelará cómo ha llegado hasta donde está hoy en día.
¿De dónde eres?
Nací en Madrid en 1991 y después con dos años me fui a vivir a Cáceres. Con tres años me traslade con mi familia a vivir a Santiago de Compostela. Con cinco, seis años nos mudamos a Pamplona y allí viví hasta los 13 años. Posteriormente, volvimos a Madrid.
¿Tanto cambio afectó tus estudios o tus relaciones personales?
Nunca tuve problema con los estudios, sacaba buenas notas. Realmente, creo que tampoco me influyó en las amistades, porque los momentos clave de desarrollar vínculos yo creo que son en el segundo ciclo de primaria y de la ESO, y ahí no sufrí grandes cambios. De hecho, a veces casi me ayudó a estar más abierta a conocer más personas.
Nos contaste una vez que te dieron una beca para estudiar en Estados Unidos. ¿Cómo tomaste la decisión de dejar todo de España para irte hasta ahí?
Sí. Cuando vinieron a explicarnos la beca en mi colegio en Madrid, no tenía mucha idea de lo que nos estaban contando. Nos había llegado la información de la beca por un contacto – en una época donde no había redes sociales o por lo menos no estaban tan extendidas como ahora, Facebook estaba empezando, y tampoco había smartphones, lo tenías que ver desde el ordenador – me dijeron que había una oportunidad para una beca. Yo estaba en clase, en 1º de Bachillerato, y entonces pasé de lo que había dicho la profesora. Justo esa semana tuvo esa misma profesora una tutoría con mis padres y les contó sobre la beca. Mi madre siempre había querido irse a Estados Unidos para estudiar y me convenció para apuntarme. Me dijo las típicas frases estas de «el no ya lo tienes» y entonces yo empecé a hacer el proceso un poco medio obligada, pero, claro, cuando empecé a investigar y me metí en la página del colegio, vi lo que había allí, realmente y solo pude pensa «madre mia, me está empezando a apetecer ir». A partir de ahí me metí plenamente en el proceso.
¿No te echó para atrás irte en 2º de Bachillerato para luego tener que volver y hacer la EVAU?
No, porque era como una aventura. No me pareció difícil. Bachillerato es verdad que no me estaba pareciendo complicado. Me parecía algo bastante asequible. No sé, como que todos mis profesores y mis padres me decían que se podía y yo tampoco me lo cuestioné. Mis referentes me decían que no tenía nada que perder y yo dije «pues será que se puede». No sé, no lo pensé en ese momento.
Y luego ya en Estados Unidos, ¿había mucha gente como tú? ¿Muchos con los que te pudieses relacionar como si estuvieses en la universidad, porque venían de becas de otros países?
Este colegio era un poco distinto. Era un colegio privado y creo que cuando fui yo el 70% de sus alumnos estaban becados, yo fui con la beca. Entonces ahí, había distintos programas de becas, podías acceder a alguno de ellos y después se te daba la beca. A la beca a la que accedí yo, era específicamente de intercambio de culturas, entonces yo iba ahí como embajadora de la cultura española y tenía que aprender sobre la cultura americana.
¿Pero había más españoles?
Yo era la única española de todo el colegio. En mi beca había cuatro personas: dos alemanas, un francés y yo. Bueno, no había nadie nativo español, había algunos de Sudamérica, pero por lo demás nada. Había muchos americanos, aunque también podías encontrar una gran variedad de gente de otros países. Nos comunicábamos en inglés, siendo este el idioma curricular.
¿Sigues manteniendo contacto con alguno de tus antiguos compañeros?
No con todo el mundo, es muy difícil ya. A mi esta beca me la dieron en 2000 y algo, yo me gradué de este colegio en 2010. Ahora mismo estamos en 2025, han pasado 15 años, entonces mantener el contacto a esta distancia, yo que no tengo redes sociales, es complicado. Sí que he mantenido el contacto con mi compañera de cuarto, porque tenía una compañera de cuarto alemana. También seguí en contacto con mi mejor amiga de allí, una chica de Ámsterdam. La he ido a ver muchas veces a su ciudad natal y ella ha venido varias veces aquí. Luego, sí que es verdad que esporadicamente hablo con gente. Me contactan por lo que sea. Este colegio tenía una cosa, y es que creaba mucho espíritu. Lo que me ha pasado ha sido encontrarme con gente en aeropuertos que llevaba la sudadera del colegio, entonces tú te acercas y les preguntas en qué año se graduaron. Inmediatamente estableces una conexión.
¿Fue en esa época cuando descubriste que quería ser profesora o estudiar filología?
En ese momento yo no lo sabía, pero ese fue un año determinante, porque yo acababa de cumplir 18 años, no sabía lo que quería hacer. Ya había hecho la EVAU y había vuelto a Madrid y me había tomado un año sabático para decidir, porque no tenía ni idea. Había cogido latín y griego en inglés, que eso es bastante difícil. No sabía que quería hacer con nada. Me planteé no estudiar una carrera y dedicarme unos años a trabajar y ver un poco lo que quería hacer. Sin embargo, nos pusieron un trabajo en el colegio en el que nos dieron un texto antiguo, unas fotocopias, y unas cuantas semanas en clase para estar investigando, en la biblioteca o donde fuera que pudiésemos. Fue con ese trabajo, cuando aprendí en una semana más que todo el año, porque leí un montón de libros y estuve trabajando con mis compañeros. Fue fantástico. En ese momento fue cuando me paré y dije «a ver, yo quiero hacer esto». Pero la decisión de ser profesora fue después, no fue ahí. Si que es cierto que me acordé de mis profesores de la beca.
Entonces, ¿cuándo decidiste que querías dedicarte a la enseñanza?
Mi decisión de ser profesora, fue cuando estaba en Dublín y tenía que decidir si seguir con mi idea de hacer el doctorado, que lo estaba odiando, o hacer otra cosa. Se me planteo la oportunidad de ir a China a trabajar. Lo consideré. Pero bueno, al final fue un momento muy duro para mí, porque al final has dedicado muchos años de tu vida en hacer una cosa y de repente te das cuenta de que no es lo que quieres y que de verdad no era lo que me agradaba. Yo pensaba que era una persona a la que le encantaba leer y estar investigando mucho, pero en realidad necesitaba hacer otras cosas. De las clases de la universidad, lo único que me gustaba era dar clase a otras personas. Me gustaba mucho estudiar para dar clase, pero a estudiar simplemente no le veía el sentido. Fue entonces cuando me volví a España. Decidí que me iba a volver a tomar un tiempo para ver lo que hacía. Empecé a trabajar como profesora en unas academias y llego un momento en el que ya dije que me iba a poner a estudiar el máster de profesorado, lo que le dio un vuelco a mi carrera. La verdad, fue en ese momento cuando me acordé de los profesores del colegio de Estados Unidos. Me di cuenta de que había tenido profesores muy buenos y de que yo también podía intentar ser algo así.
¿Alguna vez te has arrepentido de esta decisión de ser profesora?
Nunca, de hecho, mis hermanos les da mucha rabia, porque dicen que no tengo derecho a quejarme de mi trabajo porque a mi me gusta. Entonces, no me he arrepentido jamás.
¿Dirías que ese ha sido tu mayor logro? El hecho de pensar en ti misma y darte cuenta de qué esto es lo que te gusta y tomar esa decisión.
En el ámbito profesional no estoy segura, sería difícil establecer un ranking, he hecho muchas cosas de las que estoy muy orgullosa, no sabría decir con exactitud cuál sería mi mayor logro.
¿Qué dificultades crees que tiene un profesor con sus alumnos a la hora de dar clase? ¿Piensas que eso influye mucho a la hora de que las personas decidan si quieren ser profesor o no?
Pienso que ser profesor es un trabajo que parece muy sencillo, porque todos enseñamos desde que somos pequeños -enseñamos a nuestros hermanos pequeños, enseñamos a niños pequeños, les mostramos cómo se hacen las cosas – pero la profesionalización de la enseñanza es algo muy complejo. Yo creo que es algo que en apariencia parece muy sencillo, pero que después en una clase te puedes encontrar muchísimas variables. En relación con lo de si influye, refiriéndonos a las nuevas generaciones por haber presenciado alumnos hablando mucho en clase y complicando un poco la labor del profesor, pienso que es algo que es en función de lo que quieras elegir. Yo he tenido profesores que no conseguían hacerse con la clase, profesores que han destrozado mi amor por las ciencias y profesores que me han inculcado un gran amor por las humanidades. Esto es como todo: puedes ver el vaso medio lleno o medio vacío, siempre vas a tener ejemplos de todo. Si vas a una empresa dudo que todos los profesionales con los que te encuentres vayan a ser maravillosos, lo que pasa es que aquí no tienes ese ejemplo, entonces es lo mismo. Yo no creo, de todas maneras, que todo sea así, al final es muy difícil: tú estás en un grupo como alumno, ese grupo tiene sus propias normas, sus propias reglas… llega un profesor, por lo que sea ese profesor no ha encajado con ese grupo, entonces puede ser que no fluya como lo esperado. Yo estoy convencida de que hay muchos grupos que no encajan conmigo y que no soportan la forma que tengo de dar clase, hay muchas variables, es complicado establecer aquí una medida.
¿Por qué has decidido ser profesora en la E.S.O. y no en primaria o universidad?
Esto es interesante. En la universidad yo estaba bien, me lo pasaba bien, pero cuando decidí meterme en el mundo de la enseñanza valoré distintas opciones. Para enseñar en la universidad tienes que tener un doctorado, yo no había presentado la tesis, no podía, entonces podría haber estado como colaboradora pero no era un trabajo fijo. Después podría haberme sacado magisterio pero es verdad que no tengo mucha afinidad con los niños pequeños, yo no les entiendo, por lo que no se me ocurrió en ningún momento ser profesora de primaria. Además coincidí con una ex-compañera de la carrera en un programa llamado “Empieza por Educar” que trataba de acercar la educación a barrios marginales y niños que están en riesgo de abandono escolar y estuve un tiempo con ellos. Ella me enseñó muchas cosas sobre la enseñanza en secundaria y sobre lo crítico que es ese momento para tomar decisiones y me gustó muchísimo, de hecho me gusta mucho más secundaria que bachillerato.
Con esta historia de esfuerzo, decisiones valientes y una clara pasión por la enseñanza, Rocío Morán nos demuestra que encontrar el propio camino no siempre es sencillo y que hay que aceptar que a veces podemos cometer errores. Un camino profundamente transformador que ha llevado a que sus alumnos aprecien en las clases su amor por su profesión.