El sorpredente mundo de Dani

Daniel Rodríguez es un profesional del mundo de las matemáticas, apasionado por la robótica y jugador de rugby. Su trayectoria no es la típica, pero sí muy interesante.

Daniel Rodríguez es un profesor reconocido en el Colegio Alkor, conocido por su estilo de enseñanza directo, creativo y cercano.  Nos cuenta cómo pasó de la ingeniería a las aulas.

Empezamos preguntándole sobre su infancia y cómo acabó dando clase. Desde pequeño, Daniel sabía que lo abstracto no era lo suyo. En el colegio no le gustaban las materias que no fueran prácticas, así que en la universidad buscó algo distinto. Se interesó por la robótica, una rama que le permitía construir y ver resultados reales. Al mismo tiempo, le gustaba ser monitor de campamento, y fue ahí donde entendió que los alumnos son como «proyectos» que se pueden ver crecer. Tras probar la vida de ingeniero, se dio cuenta de que prefería el trato humano del aula: “los alumnos son más simpáticos”, dice con una sonrisa.

Después le preguntamos sobre su preparación académica. Ha cursado cuatro másteres y actualmente está haciendo un doctorado en el campo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Aunque aún no lo ha terminado —le quedan unos tres años por los compromisos que tiene en el colegio—, lo hace porque le gusta investigar, dar conferencias y, por qué no, le hace gracia que lo llamen “doctor”. 

Además le preguntamos dónde estudió y estudió en la Universidad Rey Juan Carlos, donde la nota de corte era de 5,7 sobre 10. Comenta que desde entonces las notas han subido mucho y ahora están muy infladas. Aun así, nunca ha dejado de formarse y su curiosidad sigue creciendo.

Cuando le preguntamos si recomendaría ser profesor, respondió que sí, aunque no empezando directamente en la escuela pública. “Es una de las opciones más gratificantes, sobre todo por el trato con los alumnos, aunque no se gane mucho”. Para él, los estudiantes son la mejor parte de su profesión.

También le preguntamos acerca de su opinión sobre el éxito, lo tiene claro: es estar feliz con tu vida, tener tiempo para ti y ganar lo suficiente para vivir bien. Cree que el dinero ayuda, pero no es lo más importante. Lo fundamental es disfrutar de tu trabajo.

Por último le preguntamos sobre  su estado civil, nos comenta con humor que está “hablando con alguien”.

Al preguntarle sobre la educación actual en España nos dio una visión crítica del sistema educativo español. Cree que el trabajo del profesor está infravalorado: “se paga muy poco, se trabaja mucho por las tardes, y muchas veces entran personas sin vocación”. Señala que en países como Suecia o Noruega la profesión está mucho mejor valorada, tanto en salario como en calidad de vida. 

La influencia de sus padres también fue importante porque  eran docentes.  Fue clave en su decisión de dedicarse a la enseñanza. Antes de ello, trabajó como ingeniero, y recuerda con cariño hablar con los “viejecitos” de las oficinas. Gracias a esas experiencias, participó en un proyecto muy importante junto al Banco Santander, valorado en 100 millones de euros. Incluso vivió solo en Letonia cuando tenía poco más de 20 años. Dice que nunca ha tenido un trabajo que no le gustara, porque siempre ha sabido buscar alternativas mejores.

Daniel asegura haber tenido una vida muy interesante, llena de experiencias enriquecedoras. Y, por lo que nos cuenta, parece que todavía tiene muchas más por vivir.